El discreto encanto de las listas cinéfilas

Detesto el juego de las listas cinéfilas. No me gusta confrontar películas o directores, ni someterlos al capricho de subirlos o bajarlos un peldaño en mi escala simplemente porque un buen día o cualquier circunstancia casual, sin fundamento, me lleve a ello. Tampoco, a menos que se trate de un movimiento o una moda efímera y vacía (como, por ejemplo, el Dogma, aquella ocurrencia absurda del no menos absurdo bluf que siempre ha sido Lars von Trier), soy amigo de utilizar el socorrido argumento de que el tiempo pasa por una obra o un autor porque creo que siempre conservan su valor dramático, sociológico, estético… y porque aquello que suponíamos que había envejecido puede irrumpir de golpe en el presente o llegar a explicar lo ocurrido en el futuro de un modo infinitamente más valiente y efectivo que cualquier película contemporánea. No, no soy amigo de las listas… pero también es verdad que no me puedo llevar a engaño y que, de vez en cuando, siento la necesidad, como u